sábado, 22 de abril de 2017

En busca del infinito (microrrelato)



Había llenado estadios, pero acabó harto de tocar las mismas canciones que su público le pedía una y otra vez.
Más tarde probó la fórmula 1, pero abandonó después de conseguir su primer campeonato. De todos los circuitos, conocía de memoria cada trazado, cada recta, cada curva.
Después comenzó a escribir, y tras millonarias ventas y colas de gente esperando su firma, declaró sentirse limitado por un alfabeto de 27 letras.
Y el hombre que convertía en oro todo aquello que tocaba desapareció, cansado de repetirse.
No fue hasta años más tarde que fue encontrado, casi anciano, sentado en el banco del jardín de una residencia, con la mirada perdida. Al reconocerle, un hombre se acercó hasta él y, perplejo, le preguntó por una sonrisa que nunca antes había dibujado su rostro. "Mira ese árbol", contestó él. "¿Ves esa hoja que cuelga por encima de las demás? Mírala bien, porque nunca volverás a verla así. Nunca en esa misma posición. Nunca bañada por la misma luz". "No entiendo", contestó el visitante. "Es la realidad misma", agregó el anciano, "la que es infinita. En verdad, es lo único que lo es".

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